CAPÍTULO x: LA BOMBA
Todo esto comenzó en un colectivo que no debía tomar. No sé si era
Siria, Palestina, Cisjordania, sólo sé que estaba tirado con una de
mis piernas a varios metros de donde estaba el resto de mi cuerpo.
Estaba cubierto de sangre, me dolía todo muchísimo, todo como una
masa corporal, no podía distinguir si era el brazo, la cara, el
torso, todo mi cuerpo era un único e inmenso dolor. Estaba solo,
allí, sea donde fuera que estábamos, estábamos el desierto,
infinito, ardiente y desafectado y yo. Cerré el libro. (Miré
alrededor por si alguna de las chicas y los chicos habían llegado,
porque) El relato me había atrapado tanto que se me había apagado
la realidad. Igualmente, en la biblioteca no estaban más que la
bibliotecaria y yo. (Aun no había llegado nadie). Entonces abrí
nuevamente el libro y continué desde donde había dejado. Tenía el
cuerpo seco, la garganta resquebrajada y para tomar solo una
cantimplora de espejismo. Saqué la cantimplora de lo que quedaba de
la alforja alrededor de mi pantalón, le quité la tapa y le di unos
sorbos. Nada, no funcionaba. Algo le pasaba a uno de mis ojos, al
izquierdo, casi que no veía nada con él, no sabía si por causa de
la sangre seca y coagulada que tenía pegada en el párpado o por
algo más grave que ni quería detenerme en averiguar. Intenté
levantarme, era imposible. Mis piernas no me respondían, pero peor
aun, ninguna parte de esa masa de carne quería recibir orden alguna,
me sentía hablando solo, mi cuerpo había dejado de ser mi
interlocutor y rezaba que no pasara lo mismo con mi mente. Es tarde,
se ha hecho tarde, me tengo que ir. Marqué el libro donde había
quedado, se lo devolví a la bibliotecaria, ¡gracias! y salí
disparado hacia la parada de colectivos. En el camino, del apuro, me
choqué el hombro con un muchacho, grandote, lindo, muy lindo, lo
acompañaba una chica que parecía mucho más joven que él y que
rápidamente uno se podía dar cuenta que no andaban bien, que nunca
habían andado bien. Al chocarlo lo miré fijo, con ternura, le dije
disculpá; él me mandó a la mierda y me dijo que tuviese más
cuidado al andar por la calle y me dijo un boludo con tanta
fuerza que a mí me sonó y me resonó en la cabeza varios segundos.
Al llegar a la parada, cinco cuadras adelante, ya me había olvidado
del chico guapo y del insulto. Llegué a casa, comí algo ligero y a
la media hora me acosté, no quería meter ningún texto en mi cuerpo
porque quería que la historia del joven árabe se mantuviera pura,
intacta, sin interrupciones. A primera hora me tomaría unos mates y
volaría hacia la biblioteca.
CAPÍTULO x+1: AL OTRO DÍA
Me senté y abrí el libro. Habían pasado varias horas aunque los
minutos comenzaban a asemejarse a agujeros en el tiempo y perdía de
a poco la noción de que las cosas sucedían, se sucedían. Fue
cuando me pregunté por qué continuar pensando que podía morir
deshidratado en el medio de aquel desierto cuando cada cosa, cada
experiencia que había vivido en los últimos días comenzaban a
desprenderse entre sí, comenzaba a desprenderse de esas supuestas
infalibles leyes lógico-causales a las que parecía someterse todo
lo que ocurre. Si hasta ese momento había pensado que un hombre en
el medio del desierto sin beber agua a la larga muere de sed,
aprovecharía esa pista, ese símbolo que me devolvía la nueva
percepción que vivenciaba del tiempo para reescribir un poco las
cosas que me estaban ocurriendo. Aprovechando que el tiempo ahora
estaba difuso, podría enlazar mentalmente determinada causa con una
consecuencia no habitual o, al revés, modificar la causa de algún
evento sucedido. Comenzaría por lo más próximo y urgente, morir de
sed no sería una consecuencia necesaria de la deshidratación. Lo
pensé bien seguro, me concentré en el cambio fantástico que iría
a imponer en la regularidad lógica del tiempo y los sucesos, cerré
los ojos y ahí me quedé, así me quedé en uno de esos agujeros en
el tiempo que comenzaba a experimentar ya con algo de naturalidad.
Cerré el libro. Estaba sudando, estaba todo transpirado como si yo
mismo estuviera en aquel desierto. Esto un poco me asustó, nunca
había creído que los cuentos fantásticos fueran mentira, creía en
los fantasmas, creía en los monstruos alados, creía en los gigantes
de un solo ojo, creía que los muertos andaban entre los vivos, creía
en que el tiempo puede que no sea como lo creemos ordinariamente,
creía que todos podíamos ser resultado de un soñador, de un
ilusionista y también creía que éramos todos esos personajes con
los que nos cruzábamos a lo largo de una vida. Y como no creía en
la asociación directa habitual entre la fantasía y la mentira, un
poco me asustaba el estar sudando como el protagonista del libro y
con la frecuencia cardíaca por arriba de 100 cuando estaba en la
biblioteca, con el aire acondicionado encendido, sentado, tranquilo,
leyendo. Pero pronto me calmé, nada malo me podría pasar, allí
estaba seguro, a kilómetros de aquellas guerras tribales donde las
minas, las bombas y las balas se llevan muchísimas vidas e infinitas
piernas y brazos de jóvenes que la reina Necesidad ha colocado allí.
Al serenarme no aguanté y volví a abrir el libro en donde lo había
dejado. Primero todo se oscureció, luego algunas manchas blancas,
como puntos que se movían con rapidez comenzaban a enlazarse para
formar algo. Una imagen. En ella me encontraba en el desierto pero no
tenía la sensación ni de que estuviera muerto ni de que estuviera
sufriendo de ser. Podía sentir felicidad, como si al mismo estuviese
dentro y fuera de la imagen que se proyectaba desde adentro de la
frente. Fue ahí cuando me dije que podía volver a un segmento del
tiempo anterior al estallido de la bomba en el que aún pudiera
caminar y saltar y jugar. (El estado para que la imagen proyectada no
comenzara a desvanecerse sino que se mantuviera firme y nítida era
un estado en el que debía mantenerme sereno, tranquilo y solo traer
con el cuerpo, sentir esa imagen que quería que apareciera
proyectada, así funcionaba, así se mantenía esa imagen en la que
había aparecido yo, en el desierto.) Mantuve los ojos cerrados, y en
esa imagen en la que me encontraba yo comenzaba a caminar como si
estuviera sano o como si hubiera sanado, en realidad no importaba
porque mi realidad ya no estaba respondiendo a la realidad ordinaria
y lineal en la que había vivido hacía no muy poco. Y sonreía,
sonreía adentro y afuera de la imagen, porque si bien yo solo me
veía en la imagen proyectada riendo también sentía la sonrisa en
mi boca, en mi rostro de afuera. Ahora solo me quedaba proyectar una
imagen en la que volvía a mi ciudad junto a mi familia y hasta podía
imaginar que todo eso que me había sucedido en un desierto de Siria,
Palestina o Cisjordania no había sido más que un sueño. Cerré el
libro con un poco de bronca, no me había gustado como terminaba el
cuento, me parecía que algunos escritores norteamericanos muy
consumidos, muy vendidos, tenían una debilidad en cerrar las tramas
precipitadamente o en forzar giros felices donde a uno como lector le
cuesta imaginar cuál es el sentido de la aparición de esos giros,
de esos elementos un poco naif.
Todo comenzó por tomar un colectivo que no debería haber tomado…
En el encontré sujetos entrelazados entre ellos pero que ni siquiera lo sabían.
Todos acudíamos al mismo lugar sin saberlo, con la mirada perdida en el horizonte.
Llegue a la biblioteca, como todos los días. Me ubique en el mismo rincón, como un delincuente que no quiere ser visto. En el rincón que me encontraba era el ideal, para personas como yo; rodeados de libros de historia del arte, de la música, y a mi alcance los libros de medicina; al frente el espantoso rincón de niños. Llenos de esos cuentos que no dicen nada y a la vez mucho. Tengo bastante rechazo a ellos.
Soy una persona muy sistemática, qnecesito de una organización en todo mi funcionamiento. Por eso cuando algo me desestructura saca lo peor de mí.
Todos los días estudio medicina, lo hago ahí en ese lugar porque el silencio es el silencio. El que uno necesita para una mayor concentración.Además en ese lugar nadie iría a molestarme.
Hasta que algo, eso, ello me perturbo.
II
María Dolores había ido en el mismo colectivo que Federico; se habían bajado en la misma parada, y su destino era el mismo. Pero antes de llegar decidió pasar a comprar unas chocolinas. Tenía que llenar por el momento ese vacío que sentía que aún no sabía dónde era, pero que lo había adjudicado al estómago. Se sentó a comerlas en la plaza que rodea a la biblioteca, pensando en nada; le gustaba escuchar el viento cálido de la ya pasada primavera.
María decidió entrar sin saber en busca de que. Entro y fue directo a ese rincón. El de niños.
Siempre le habían atraído los cuentos de niños, sentía que dejaban una enseñanza, una experiencia, un algo que no lo dejaban los libros de adultos. Para ella los cuentos infantiles no eran nada inocentes, tenían un porqué de su historia.
Había decidido no llevarse ninguno, sino al contrario leerlo ahí, en la biblioteca. Poder tomarlo al lugar y al libro como suyo sin que tuviera que dar explicaciones de porque lee y porque lee eso.
En el lugar en donde vivíaella solo servía para algo, coger, que es no es que le desagradaba pero era tener una categoría similar a la del animal.
Decidió elegirAlicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll, las ilustraciones de ese cuento la transportaban no se sabe a dónde, pero de seguro que no en el contenido del cuento. Se sentó al frente de Federico, ni siquiera supo que había alguien ahí, solo estuvo tres horas mirando el libro.
Federico pasó sus próximas tres horas mirándola, sin saber porqué.
III
Salí estupefacto, hasta diría enojado por no hacer nada ese día, no! estoy diciéndole mal…
No pude, no me dejo estudiar; ella con su cara de perdida no me dejo. Llego ahí a contaminarme con su perfume, con su presencia, con su dolor silencioso. Ocupar mi mesa, mi rincón; el rincón guardado para mí; y lo peor sentarse con ese cuento de mierda, que lo único que hace es crear expectativas sobre una realidad que no existe. La vida adulta no está hecha para imaginar, si para crear desde el raciocinio.
Y lo peor fue despedirme de la ineficiente bibliotecaria, porque no supo o no pudo dejar su teléfono para advertir que yo estaba estudiando, que yo vengo siempre, y que obvio se guarda el derecho de admisión. No!... la estúpida pasa sus días leyendo Facebook sin ni siquiera mirar toda la cultura que lo rodea, no¡ solo está ahísin saber porque está ocupando ese lugar.
Pero la peor es esa… espero no tener que volver a verla, espero que sea de esa gente que va a la biblioteca solo como una expedición de algo que está en el pueblo.
Lo que más me enoja es que no pude tener el poder de concentración para ignorarla, el simple ejercicio de la no existencia de ese cuerpo.
IV
María llego a su casa con algo de satisfacción y la mitad del paquete de las chocolinas en su bolso.
Llego con un poco más de ganas de vivir, entro a su casa, se vistió; se maquillo frente al espejo, a ese objeto reflejador y vio a una María Dolores más cercana de su ser, vio a alguien que estaba cerca de cambiar ese destino que la había convertido en todo aquello que odiaba, el fiel reflejo de su madre. importase dijo, no importaSalió y se encontró con la madre que la había criado a partir de los 14 años, la calle.
Llego a las 9 am a su casa, supongamos que su casa, le dio su porcentaje a su marido decía ella con orgullo disfrazado. El resto lo escondía en rollitos en una maceta, nunca daba todo, guardaba algo por si un día se decidía a escapar.
Luego de la discusión de todas las mañanas, de lo poco que trae, la infaltable cachetada, tenía permiso de dormir; después de escuchar la desagrable disculpa de él. Dormía y mucho, cuando se levantaba estaba sola, él había salido a repartir su mercancía. Se tomaba unos mates mirando los púdreles programas de chimentos.
Pero ese día iba a ser diferente o parecido al de ayer, se vistió prudente diría ella y se fue a la parada del colectivo para ir a la biblioteca.
V
Federico trabajaba en una ferretería, por las mañanas, era solo y tenía una vida bastante solitaria.
Llegaba al mediodía a su casa, un pequeño departamento en el que cabía solo un anafe, una mesa, y una cama. Su ropa la acomodaba en dos estantes, a los que dividía en ropa de verano/ uniforme de verano y ropa de invierno/ uniforme de invierno. Se sacaba su uniforme y se ponía una especie de ropa de entrecasa. Comía la vianda que compraba, y luego se dedicaba a leer filosofía, aunque no la entendía se preocupaba mucho por poder descifrarla.
Él no estudiaba medicina, luego de varios intentos al ingreso decidió que este año pasaría, entonces prefirió prepararse con las materias de la carrera. Cuando ingresara que sería el año próximo estaría plenamente preparado para casi aprobar el primer año. Y así seguiría, en primero se prepararía para segundo hasta terminar la carrera. Tenía todo calculado, decía él.
Era la persona más sistemática, más ordenada y rutinaria que había en el pueblo. No tenía quien y ni como se le complicaran sus objetivos del día. Por eso para que no le pasara lo de ayer, decidió estudiar con su computadora y llevar auriculares para escuchar música.
De modo alguno que ningún tipo de ruido lo distraería, no se enteraría si alguien entra a la sala. No tendría que estar preocupado si entra ella, había quedado obsesionado con la presencia de María Dolores, consternado más que todo. Por el poder de abstracción que tenía y que sin embargo lo utilizaba para leer cuentos infantiles.
VI
María llego a la biblioteca. Antes de entrar decidió hacer
lo mismo que el día anterior, se sentó en la plaza que rodeaba la
biblioteca y comió las chocolinas que
quedaban en su bolso, pensando en nada. Cuando termino se preguntó a si misma
si estaba segura de volver a entrar, de invertir su tiempo ahí en ese lugar,
sola, y cuando imagino que podría estar haciendo se le revolvió el estómago. Se
convenció de que estaba bien, algo en el cuerpo le pedía estar ahí.
Entro, saludo tímidamente ante la mirada acusadora y burlona
de la bibliotecaria y se dirigió al rincón. Noto que había alguien pero ante el
episodio de la bibliotecaria decidió no prestar atención.
Agarro nuevamente el libro que había comenzado a leer el día
anterior; esta vez empezó a leerlo acompañando la lectura con la mirada hacia
los dibujos.
Le costaba mucho concentrarse y que su imaginación no vuele.
Había una cierta coincidencia con Alicia, y es que María Dolores se sentía y en
cierto modo quería ser como ella, vivir un sueño de obstáculos pero que al fin
siempre ella gana. Pensaba que si hubiera caído por una madriguera y se encontrara
con una realidad que todo lo que es anormal fuera normal, donde nadie se
juzgara; un lugar donde las apariencias no fueran tan importantes y que eso no
te marginara a llevar un tipo de vida.
VII
Federico estaba sometido a una lectura que no entendía, le
ponía todo ese día para concentrarse pero no lo lograba. La música lo
trasladaba a pensamientos acompañados de reflexiones que en este momento no
servían ya de nada. El que hubiera pasado si… no era una característica de él; al contrario Federico era muy decidido,
importaba nada más el bienestar de él. Estaba confundido, tenía ganas de estar
acompañado, pero cuando pensaba lo que implicaba de parte de él, desistía, como
cuando uno desistí hacer algo por pura vagancia, por no hacer ni siquiera un
mínimo esfuerzo. Eso es lo quería; estar acompañado por alguien que esté en
silencio al lado de él pero que no tenga que hacer nada.
Se distrajo del todo, cuando levanto la mirada por reflejo y
la vio entrar con la misma cara de ayer y eligiendo el mismo cuento nefasto.
Ella se sentó pero esta vez lo miro con una dureza que
Federico nunca había visto, con un odio en sus ojos hacia todo el mundo que
daba incluso miedo. Saludo con un gesto por educación. Federico se quedó
pasmado, incluso pensando habré hecho algo
que se dio cuenta de que me molesto ayer veo que no le
afecto, al contrario la incentivo
Federico noto que su mirada de odio por el mundo, cambio
cuando su atención se dirigió al cuento, era una niña soñando, daba la
sensación de que ella era Alicia aventurando por el cuento.
Era una mirada bella, Federico quedo obnubilado por minutos,
se sacó los auriculares; el silencio ese día era parecido al de un bosque muy
lejos de la ciudad.
Agarro los libros con los que siempre estudiaba, y fue por
tres horas feliz, tenía una compañía que deseaba aunque en primer momento la
haya odiado, pero le dio lo que busco por años. Cada uno concentrado en lo que
le interesaba sin que haya habido ninguna interacción. Sintió que sus objetivos
del día se habían cumplido al cien por cien.
Se retiraron de la biblioteca como el día anterior, como si
nunca hubieran compartido nada juntos.
VIII
María sintió un frescor en su cuerpo como desde los 14 años
no lo había sentido, supuso que Federico había entendido la mirada ya sabemos todos lo que soy no me molestes por
favoral contrario de lo que había entendido Federico pero su fin era
el mismo. No molestarse.
Llego a su casa; antes de entrar ya tenía un cansancio por
saber lo que le esperaba, si todo estaba bien iba a tener que escuchar las
frustraciones de Santiago, que la plata
no alcanza, que la vida es una mierda, que no puede entender que el siendo tan
capaz tenga esa vida, acompañado de unos amargos mates y ciertas
gesticulaciones de afirmación para que se quedara conforme, que creyera que lo
entendía. Y si todo estaba mal, iba a tener que estar en un silencio aterrador,
escuchando desde otro lugar de la casa como Santiago esta con el celular,
atenta a cualquier movimiento, para escapar de la interacción con él. Pero ese día estaba todo bien, Santiago se enteró de que iba a la biblioteca y estuvo
riendo un montón de tiempo sobre eso. María no se sintió ofendida, amaba cuando
por un rato se reía y salía de su espantosa situación de frustración. Aunque
ella fuera el objeto de risa. Luego se bañó, se maquillo, se vistió y salió,
otra noche más. Trabajo hasta muy temprano, llego y se acostó inmediatamente,
Santiago no estaba, disfruto del silencio de la casa como nunca lo había sentido. Se levantó pero ya se asustó,
Santiago no había llegado aún. Comenzó a llamarlo y no atendió, fue al boliche
de siempre a buscarlo.
Ahí estaba totalmente borracho con dos niñas según ella, acompañándolo.
Daba hasta algo de asco verlo así; se acercó y le dijo <¿qué haces así?Santiago la miro con desprecio, se paró le agarro la cara con la mano y le dijo cuando pensabas tomarme de estúpidoMaría sinceramente
no entendía que le decía, a que se refería. Santiago prosiguió de la misma
manera, mirándola a la caraencontré la plata debajo de la maceta, sos
tarada, en que te la querías gastar te crees que la ibas
a tener fácil esta vez vas aprender de otra manera, no
te voy a pegar, estoy cansado de pegarte, me termino lastimando al final yo, a
vos no te hace nada, te la gaste toda en mí, como se debía serse dio
vuelta y sentó nuevamente en la butaca para seguir tomando.
María se largó a llorar, se fue y cuando llego a la esquina
se largó a llorar más, no lo podía creer, nunca se iba a poder ir del lado de
Santiago, y nunca iba a dejar de ser la que coge.
VIII
Santiago era un joven, de 27 años, un poco más joven que Federico,
fue criado en el mismo barrio que María Dolores, tuvo una infancia pobre, pobre
de cariño, de educación, de familia al igual que María; vivían a dos casas de
por medio, fueron a la escuela juntos, jugaron juntos y cuando llego el momento
de escapar decidieron hacerlos juntos. Santiago y María aprendieron así a
vivir, a los golpes o más bien a decisiones rápidas.
No era un simple puntero, solo lo hacía porque dentro de lo
que había era lo más fácil. Traía plata
mucho más rápido que cualquier trabajo. Para Santiago era un trabajo como el de
todos, solo que enmarcado en la ilegalidad, pero requería de mucha atención. Incluso
necesitaba de una logística para no caer tan rápido, porque a larga siempre se
cae.
Programa cada movimiento que hacía, donde comprar, a quien,
como distribuirlo era como si manejara un negocio de mercadería cara. Hasta a
veces hacia investigación de a quienes
le vendía. Era muy prolijo en eso, sabía que dependía económicamente además de lo de María.
Además de su trabajo Santiago estaba a punto de recibirse de
Ingeniero en sistemas era algo inimaginable, María lo incentivo desde el primer
momento que él tuvo curiosidad en el tema a través de un documental. A diferencia
de ella, él termino el secundario no se sabe cómo, ni porque pero lo hizo como
si fuera un trámite. Luego decidió estudiar una carrera pero no por una absoluta decisión de él, sino por cumplirle un sueño a María. Algo le
gustaba la carrera, pero todavía no se convencía si era lo que realmente le
apasionaba, lo peor de todo que le faltaba un año para recibirse.
En cuanto a María siempre la amo, primero fue su fiel amigo,
su confidente, luego su pilar y después se enamoró, y decidió pasar al siguiente nivel apostando
a una pareja. Le costaba llevar la relación con ella, le pesaba el qué dirán de
la gente; pero se creía una mejor persona, un salvador, quien la iba a querer
más, quien la iba aceptar, quien la iba a conocer tanto. Se creía su protector.
La relación paso a ser eso un continuo reconocimiento de
parte de María hacia él. A eso le
llamaron amor los dos.
Pobre los dos, una constante lucha de quien salvaba más a
alguno, una competencia feroz. Nunca supieron porque seguían juntos, o si lo
sabían pero ya no era formidable pensar en ello.
Capitulo .-
Ese día iba a ser el ultimo día de su
vida, lo había decidido muy temprano cuando se levantó, “hoy no
puedo seguir así” se dijo firmemente. Se levanto de la cama y se
puso a escribir la nota, estuvo un par de horas tachando y
escribiendo pero al final no estaba seguro si estaba bien hacer una
carta a todos o si valía la pena escribirle a cada una de las
personas que importaban. “Esto es lo de menos” se dijo a si
mismo, se hicieron las nueve y llamo al trabajo para avisar que no
iba a ir, cuando corto el teléfono se dio cuenta que no tenia
sentido si total hoy iba a ser el ultimo día de su vida.
Desayuno bien, un café con medialunas
con dulce de leche, se asombro del sabor “mi cuerpo sabrá que es
su ultimo desayuno”.
Abrió el ropero y empezó a elegir la
ropa que iba a usar, aprovechó y tiro un par de medias y
calzoncillos agujereados. “No puedo dejar que encuentren esto
cuando vengan”. Al final se decidió por un jean y una remera de
los Rolling Stones en River, fue el mejor recital de su vida y quería
irse con ese recuerdo en la memoria.
Tenia todo listo, las pastillas que
tenia que tomar, la nota arriba del escritorio, había dejado todo
detallado, quien se tenia que quedar con cada una de sus cosas: “La
tele para Ricardo, mi colección de discos para Maria, el equipo de
música para Miguel y los vinos caros para Juan, el le va a dar mejor
uso que yo” y ahí fue cuando vio la copia de Alicia en el Pais de
las maravillas que había sacado de la biblioteca hacia un par de
años y nunca había devuelto.
Agarro las llaves, el libro y salio
hacia la biblioteca. Se tomo un taxi por mas que fueran solamente 15
cuadras, le pago con cien y le dejo el cambio.
Cuando entro a la biblioteca con una
especie de vergüenza y ansiedad se acerco a la bibliotecaria y le
empezó a explicar “Recién me doy cuenta, me estoy mudando y lo
encontré, no quiero irme sin devolverlo” decía moviendo los
brazos. La bibliotecaria levanto los ojos y sonrió “Hermosa
sonrisa, pensó” ella le explico que ya lo habían dado por
perdido, le agradecía que se haya tomado el trabajo de devolverlo y
le empezó a sacar charla. Se pusieron a hablar durante varios
minutos y, olvidándose de todo lo que tenia que hacer esa mañana,
le dijo si no quería ir a merendar algo cuando saliera de su
trabajo, la bibliotecaria aceptó y arreglaron para ese mismo día a
las tres de la tarde.
“La muerte puede esperar un día
mas” se dijo a si mismo mientras iba caminando por la calle, las
cuadras iban pasando y el no podía dejar de pensar en su sonrisa, en
sus ojos, en su pelo, en su perfume, en su voz.
Quizás fue gracias a esta distracción
que no vio que cruzaba en rojo, que un chico en un auto no estaba
prestando atención porque miraba el celular, que la policía pensó
que se había tirado arriba del auto cuando encontraron la nota
suicida en su casa, y que la bibliotecaria pensó que otro hombre la
había hecho una promesa que no cumplió, cuando a las tres de la
tarde no había nadie ahí para llevarla a merendar.
CAPÍTULO y: CRUCE LÉSBICO
En el colectivo sonaba Hamza Shakkur. Casi a mitad de cuadra miré
por la ventanilla y adelante hacia la esquina me pareció ver al
muchacho con el que me había chocado aquel día en el que había
empezado a leer el cuento del joven sirio. Me sonreí. Caminaba
distraído, como si estuviese dando las pisadas en otro mundo, sin
conocerlo hubiese jurado que estaba enamorado. El semáforo se había
puesto rojo y él pareció no darse cuenta porque bajaba de la acera
y comenzaba a cruzar. Me desesperé y desde la ventanilla del
colectivo le grité ¡cuidado bombón!, ¡está en rojo! El colectivo
en el que yo viajaba atravesó la esquina. No quise volver la vista
atrás, deseé con toda mi alma que el joven me haya escuchado. Me
hubiese sido terrible posar mis ojos en un cadáver tan bello.
CAPÍTULO y
El viento se movía rápido, detrás una biblioteca quedaba abandonada, inexsistente porque una biblioteca sin humanos deja de serlo, distinto que si se queda sin libros; un poco más adelante de la biblioteca pero aún detrás del viento que continuaba moviéndose rápido pasa María que quiere a Santiago que también quiere algo aunque no tiene claro qué, también pasa Federico serio o más bien Seriedad federica porque aún no tenemos bien en claro como son los juegos entre los grupos sintácticos; un poco más acá pero aún más allá del viento hay un desconocido que cree haber muerto pero .