Te conocí en Fulano Backpackers (Fabuloso Hostal) aunque ya lleváramos días hablando, era viernes y la noche parecía ser prometedora. La persecución contra el tiempo que tuve antes de llegar a ese lugar de encuentro había sido acompañada por el sabor de un bocadillo Veleño apretado a un queso campesino previo al claustrofóbico pero exquisito humo de un peche, dejé de pensar en el afán y me até a la idea de esperar, de verte... quizá y encontrarte para bailar y gozar, puesto que aquella noche eran mi primer concierto de Conjuro Epiléptico y aunque yo sea de esos que disfruta mejor las cosas solo, decidí compartir contigo todo lo que me ata, todo lo que me duele, todo lo que me hace triste y también feliz. Entré sin precaución de búsqueda y estabas justo en frente de mí nariz que iba como frenesí al reflejo del inodoro en el tocador pero la acicalada y meada podían esperar, escucharte y apretar dudas hasta destruirlas no tenía espera. Breve acto formal de presentación y ahora sí, directo al primer "Toilet" que encontrara, mientras orinaba pensaba en la conclusión de la noche y no exactamente en la tuya y la mía, sino en la canción de esa banda o del bar que acariciaban nuestros oídos, después de dejar los demonios a cargo de las alcantarillas de Bogotá, también pensé en el porqué estar en ese lugar y contigo, pensé en el día de mierda que acaba de tener y salí con las mangas arremangadas y con una sonrisa que había ensayado frente al espejo. Compramos dos litros de cerveza, saludé a Neck y accedí a darte un moñito fucsia que había hecho para ti, al principio te enfocabas en tu moral y percepción  social diciéndome que no pero ahí fue cuando vi el primer ósculo ocular que atrapó todos mis suspiros, los mismo que creía evaporados, así que finalmente accediste a compartir figuras de humo conmigo y la que hasta hora yo considero una de las mejores noches de mi vida. Antes de continuar con la magia de los ochos te dejé muy claro mi inclinación e interés hacía a ti, te dije que el Sexo no es nada, aunque sea una letra mayúscula gigante, que después del clímax sólo quedan residuos por limpiar, tan parecido al amor aunque no tenga nada que ver con éste, recuerdo bien que llegué a esa conclusión mientras un gigantesco quiosco de plumas salía por medio de tus fosas nasales que parecían más bien dos ventanas libres de angustias y me sugerías que te contará eso de imaginar a todos desnudos, me desplegué con mi retaila libre de sexualidad y encriptada totalmente en el colapso de los estigmas sociales y autónomos. La música nos llamaba y en primera fila yo te hallaba, mis pies se apoderaban de la euforia que esos tipos semidesnudos con pijama y máscaras hechas como con botellas de coca-cola tres litros lograban transmitir a menos de un metro de distancia, mientras el conjuro se apoderaba de los cuerpos del recinto y engendraba las masas en epilepsias malditas, nuestras manos eran una magia bendita, eran la encarnación de la divinidad universal, eran el juego de seducción hecho canción y lo fueron hasta el amanecer, durante las charlas, risas, insinuaciones y suspiros de vida en sillas de picnic y acordes inoportunos en la guitarra que estaba allí como esperándome para cantarte a ti, para versear e inventar letras al azar que sólo existieron esa noche, que solo quedan en el recuerdo, que ahora son como murmullos de ensueños. Aunque quisimos pasar la noche en el hostal, preferimos combinar pieles en otro lugar, la curiosidad, la naturaleza animal y el deseo ancestral no lograron primar encima de las sensaciones de humildad, de conocimiento de verdad, de criterio personal y sobretodo la infinita intimidad... intimidad artística con aquella canción de The Strokes que sonaba de fondo mientras salían a la luz del brillo parpadeante en ojos despojados de lentes esenciales, esos sublimes volúmenes de sexy morfología femenina disfrutada a la par con una armonía de besos infinita. Caldo de costilla, tamal, huevos pericos, pan y chocolate ¿Algo más para un par de enamorados? afortunadamente siempre hay más y al otro día te esperaba sudando en otro escenario de amor para mi alma, admiré mucho que hubieras subido esa montañota sólo para verme y aprender un poco acerca de eso que yo llamo "Volar sobre asfalto" la caminata extensa hasta llegar a la merienda que cualquier ser con espíritu de obeso desearía y disfrutar de películas con buena trama pero finales culos como terapia de descanso arrunchados en el tapete de ese suelo acogedor que sólo en la cinemateca distrital se puede disfrutar, sin embargo... hay algo que realmente admiro, más por ti que por todo, hasta por mí y es la sinceridad acústica que generamos debajo de esas sombrilla y que hubiera deseado que nuestras piernas fueran sillas para haber permanecido atados a las cadenas por un centenar de millas en tiempo, más que admiración lo consideraré un agradecimiento, poseía un nudo de tristeza que hasta los cabellos se me adormecían y enredaban como las palabras que pronunciaba sin esperanzas, me permitiré citar parte de esa noche "No quiero causar dolor" "No te quiero perder" pero acá estoy, intentando no desvanecer del todo y recogiendo pasos, llantos y frases de tortolitos, sugiriendo a mí cerebro que la ausencia que llevas desde aquella madrugada no puede ser del todo perpetua, que el tamaño de mi pene no importaba hasta saber que era largo pero no grande, que mis besos no saben a libertad y que quizá nunca jamás intente saber lo que es el sabor de un tequila con Yllen y mucho limón, que no habrá camping, ni Lollapalooza, ni charlas ni nada, que sólo quedaran cenizas de un peche sobreuna silla de madera en un hostal de Bogotá, en un hostal ubicado a una cuadra de la funeraria en donde me imaginé escribiendo esto, en el ataúd elocuente de las desdichas[...]