Enilce del Rosario López Romero, conocida mejor como La Gata, es una criminal que tiene entre sus negocios las apuestas del chance en la costa atlántica y el apoyo a un buen número de políticos colombianos, dentro de los que se cuenta al expresidente Álvaro Uribe Vélez en su campaña de 2002; fue justo ahí cuando ganó notoriedad nacional. El largo prontuario de La Gata es ya conocido y su perfil ha sido expuesto por muchos columnistas nacionales.
La primera vez que la La Gata tuvo problemas con la justicia colombiana fue en el año de 2006 por lavado de activos a los grupos paramilitares que actuaban en el departamento de Sucre entre el 2000 y el 2003. La condena fue sellada y confirmada por el  juzgado séptimo especializado de Bogotá que la  condenó a nueve años de prisión. Pero esto fue solo el inicio de todo lo que se le venía encima por parte de la justicia colombiana. También le fueron compulsados cargos por el asesinato  del vigilante Amaury Fabián Ochoa Torres, a quien grupos paramilitares señalaban de ser supuesto colaborador de la guerrilla, ocurrido el 12 de junio del año 2000 en el peaje del municipio de El Carmen de Bolívar.    
A la mitad de la década de los noventa, La Gata era una anónima que recorría Bolívar y Sucre promocionando a su sobrina Wendy Vanessa López Romero, como concursante a Niña Colombia. A fuerza de la publicidad y el esfuerzo que hiciera su tía, que la presentaba como su hija, fue elegida como Niña Colombia. 
Enilce López Romero, nació en la vereda El Naranjo, de Sucre (Sucre),  en La Mojana, en 1952. Contrajo nupcias con el oficial retirado de la policía Héctor Julio Alfonso Pastrana con el que tuvo tres hijos: Juan Carlos, Jorge Luis y Héctor Julio Alfonso López, éste último senador de la república. 
La Gata empezó a amasar una fortuna en el negocio de apuestas permanentes conocido como el chance. Su negocio arrancó en Magangué con el nombre de Apuestas El Gato, por un gatico que siempre estaba cerca al local donde tenía una heladería, una venta de discos y de apuestas. El negocio comenzó de la mano de su compadre Jesús María Villalobos Luna, alias ‘El Perro’, conocido en Cartagena porque manejaba las apuestas desde el mercado público de la ciudad. Pero López cogió vuelo rápidamente. El negocio se extendió por las sábanas de Sucre y Bolívar, en especial en la región de Los Montes de María, Sincelejo y Magangué. 
Desde finales de los ochenta se conocían historias sobre ella. En Magangué se hablaba con horror y reverencia porque era una experta en negocios propios de hombres a orillas de este puerto bolivarense, que vivía una difícil época de inseguridad por el secuestro y la extorsión que ejercía la guerrilla desde Los Montes de María. 
El negocio de apuestas El Gato creció tan rápido, que en Magangué y Bolívar se forjó el mito de que Gilberto Rodríguez Gacha, alias ‘El Mexicano', había sido amigo y socio de La Gata y en su desesperada huída antes de caer muerto en una persecución del Bloque de Búsqueda en el Golfo de Morrosquillo, entre Sincelejo y Tolú, le había dejado unas canecas llenas de dólares; algo que ella ha negado en varias entrevistas. 
Cuando se produjo su captura, centenares de personas de barrios pobres y vendedores de chance en Magangué y Cartagena, marcharon y protestaron durante varios días.
Tras varias décadas de ilegalidad, a finales de 1990, el Congreso de la República aprobó una ley que obligaba a entregar el negocio del chance a través de licitación pública, previos estudios de mercado para determinar el volumen de ventas, gastos y saber qué utilidades dejaba; de esta manera, podría fijarse a las empresas concesionarias del chance un impuesto fijo y otorgarles los contratos por cinco años. 
Fue así como en 1999, en todos los departamentos comenzaron a aglutinarse las distintas empresas que vendían apuestas. En Atlántico, el departamento de mayor volumen de ventas, existían en ese año 28 casas de apuestas permanentes. Cada una tenía autorización para sacar talonarios y la fuerza de ventas la daba el mayor número de promotores. Meses antes de que se definieran los términos de la licitación, las distintas casas de apuestas se declararon la guerra vendiendo por debajo del precio aprobado, prometiendo mayores premios a los apostadores y comisiones más altas a los vendedores. 
La promotora de esta competencia desleal, dijeron en ese entonces los apostadores en el Atlántico, fue la astuta Gata, que en ese entonces sólo tenía negocio en Bolívar y Sucre.  Pero ante la legalización del negocio y con su poderío económico, entró en Barranquilla pisando fuerte.
El paso siguiente fue presionar a una unión y conformar una unión temporal, en la que entraron venticinco casas de apuestas que hoy tienen un total de 70 socios. La Unión Temporal Uniapuestas ganó la licitación durante la gobernación de Rodolfo Espinosa Meola, oriundo de Magangué, paisano de la criminal coondenada Enilce López.
 
En Bolívar, la convocatoria a una licitación también fue traumática, porque ella había hecho un pacto con su compadre Jesús María Villalobos, 'El Perro', el vendedor de apuestas más viejo de la costa, para repartirse el mercado: ella de los Montes de María hacia el sur y él hacía el norte hasta Cartagena. Pero La Gata no estaba conforme y quería más, quería el control total. Y se metió en los terrenos de 'El Perro' financiando campañas políticas para después cobrar el favor.
Una vez legalizada la empresa del chance, sus ventas superaban a las loterías departamentales, controladas entonces por los partidos políticos tradicionales como feudos. Las loterías públicas, en manos de representantes de liberales y conservadores, se arruinaron, a tal punto que  la lotería de Sucre, La Sabanera, fue liquidada dos veces en menos de cinco años. Por su parte, Bolívar, Córdoba, Atlántico y Libertador en el Magdalena, desaparecieron  agobiadas por sus deudas y pasivos laborales. 
Enilce López llevaba tres décadas como dueña y señora de las apuestas y la mafia en la costa atlántica, hasta que cayó en manos de la justicia. Por lo que sabemos la DEA también tuvo que ver en su detención y condenas, pues además de lavar activos, eran conocidos sus nexos con el narcotráfico. 
Sea como fuere hoy el país está en alerta y pide que la justicia no sea puesta en jaque por parte de las mafias. No podemos seguir enviandole un mensaje infortunado a la sociedad civil: la Justicia está secuestrada y los carteles al interior de ella la están devorando desde dentro. Enilce López es otra prueba más que debe superar la institucionalidad en Colombia.