Un pájaro de un azul hermoso volaba y planeaba por sobre encima de todo, después de un rato comenzó a descender y justo antes de llegar al árbol… -¡Aaah!... ¡El pájaro me cagó la blusa, literalmente! Eso no podía ser cierto ¿O sí? ¡Vamos, que era mi supuesto primer día de clases perfecto! Incluso sentía el olor a estiércol de pájaro. De ninguna manera, no iría a clases hoy, me quedaré por aquí… conociendo el lugar.
¿Quién dice que no puedo faltar el primer día de clases? Lo siento por la Señora Chris, hoy no me haría sufrir con su horrible voz. La Sra. Chris fue la subdirectora que me atendió a mi y a mis papás el día de inscripción. Me dijo que hoy tendríamos una charla a primera hora, pero su voz es un dolor de tímpanos.
Me pregunto si hay alguna heladería por el lugar… Seguí caminando por ahí explorando el área. Mi familia y yo vivíamos con mis abuelos paternos en una vieja granja cerca de la ciudad, pero mi papá había sido llamado por su trabajo al centro. Así que papá compro una nueva casa, lastimosamente queda lejos de mi viejo hogar. Y si, eso implicaba que cambiara de colegio.
Mi nombre es Samara Tif Stuison. Qué emoción… En fin, que se puede decir. Mi madre se llama Carol Isabel Castille, mi papá Oliver Sohel Stuison, y mi hermano menor Sybel Tyson Stuison. ¡Al fin, una heladería! Pero qué casualidad, está a tres calles del colegio. Revise mi reloj de pulsera y este marcaba las siete y cuarto de la mañana, respire hondo y me acerqué a la puerta de vidrio polarizado.
En esta me podía reflejar y aproveche para mirar mi estado, o más bien mirar el regalillo de aquél hermoso animal, si claro, puff, hermoso.¡Muerte al pájaro! Mi pelo castaño ondulado está en una cola alta, llevo un suéter de lana café adornado por una delicada mancha en el pecho de ¡caca! Unos pantalones de lona azul ajustados y unas altas botas negras de estilo roquero. Mi piel es blanca amarillenta, mi cara es en forma corazón como supongo que se dice, y mis ojos son grandes de color café. Y en mi espalda tengo una mochila pequeña con cuadernos y libros dentro. Cualquier persona puede notar la mancha.
Abro un poco la puerta y espío si hay gente dentro del local, para mi suerte solo se encuentra dos señoras platicando y un señor leyendo. Justo cuando iba entrar, alguien empuja la puerta para salir. Era un tipo de pelo negro y ojos… como decirlo, uno verde oliva y el otro avellana, era unos cinco centímetro más alto que yo y sé quedo quieto al verme enfrente. Su mirada se desvió a mi pecho y una sonrisa de lado se marco en su rostro juvenil.
-Lindo suéter. Dijo pasando a un lado mío, hijo de la vecina. Mejor ni le pongo coco, es mi quinto día en el vecindario, y no quiero empezar a causar problemas de ninguna clase. -Por cierto, esa mochila es algo infantil.-Me di la vuelta para encarar lo con la boca abierta y mi mirada de indignada, mientras que el reía con una sonrisa demasiado amplia, y hermosa coff coff, para mi gusto.
-¿Algún problema con Inuyasha, inepto?- le dije bastante molesta y demostrándole mi desprecio.
-Ninguno, cuídate niñata.-Y se da la vuelta con una sonrisa triunfal al terminar la oración, ¡Idiota!
-Igual para ti, disparejo visual.-El se regresa hacia mí y su mirada se vuelve más penetrante que antes.-No me digas, ¿Acaso toqué un punto débil?
-Se llama heterocromia, ignorante.
-Huy, pero que enojado.-alargué la “o” para enojarlo más, chasquee la lengua y seguí hablando.-Bien, hasta nunca disparejo visual.
Me entre a la heladería antes de que siguiera hablando, no me fije en su reacción. Me da igual realmente, solo es un egocéntrico más de los que me eh librado antes. La heladería era blanca con lunares de los colores del arcoíris y en distintos tamaños, las mesas eran de mármol plástico color rojo mate, con esos típicos sillones acolchados dobles en color rojo, al igual que la barra larga que dividía todo el cuarto y detrás de ella había un área llena de congeladores a cada lado para conservar el helado, a la mitad de la pared de la parte de atrás el marco de una puerta color rojo dejaba ver al fondo una linda cocina donde se observaban unas cuantas personas preparando comida, frente a la barra había bancos de asiento giratorio pegados al piso color negro. Por último unas escaleras en espiral del lado derecho llevaban al segundo piso. Me acerqué a la barra que había y una señora rubia con sus risos al ras del mentón salía tras escuchar el sonido de la campanilla que había encima.
-Buenos días, querida. ¿Qué se te ofrece? ¡Oh, tu suéter!-Mi sonrisa se apagó con esto último.
-No se apena señora, solo vengo por un helado cremoso sabor a… ¡chocolate!
-¡Enseguida!-se estaba girando pero regreso a verme.-Y dime Crista, todos por acá me dicen así, por cierto, ¿Eres hija de los vecinos nuevos, verdad? Me reí un poco tímidamente por su pregunta.
- si…
-¡Qué emocionante! A lo mejor te llevas bien con mi hija, es como de tu edad, e igual de simpática también. Cierto, tu pedido.
Con las mejillas ruborizadas vi como preparaba el helado. Me senté en un banco para esperar cómodamente, ella regreso con mi encargo. Pase el resto de la mañana platicando con Crista y lamiendo el sabroso helado. Cuando el reloj marcó la una y media de la tarde una chica hermosa de pelo rubio rizado hasta la mitad de los hombros con ojos celestes entro a la heladería interrumpiendo el relato de Crista sobre los vecinos de la casa de enfrente.
-Y por la ventana vi como él le rogaba con lagrimas en la cara y le decía “Perdóname Rut, no sabía lo que hacía, yo…”
-¡Hola mamá, ya llegué!
-¡Oh, Sofía! Te presento a Samara, Samara ella es mi hija Sofía.
-Mucho gusto, hace tiempo que no miraba personas nuevas por aquí. ¿Dónde vives?-hablo con una linda sonrisa blanca todo el rato.
-A unas cuantas cuadras, ¿Ustedes viven aquí?- dije señalando las escaleras a mi derecha.
-No, ese es un área más de la heladería, nuestra casa es la que está justo aquí al lado, la que tiene cerca blanca alrededor del jardín.-me respondió Sofía.
-Ah, claro, la he visto al pasar.-dije asintiendo.
-¿Y dónde estudias?-volvió a preguntar la chica agarrando su codo con la mano izquierda.
-En el colegio que está a tres calles de aquí. -¿¡Enserio!? ¡Yo igual! ¿Y qué año cursas?
-El último en ciencias y letras.
-Oh, qué mal, yo estoy en el primero. Un montón de adolescentes empezaban a asomarse por la puerta.
-Es bueno tener el negocio en este sitio, siempre que salen de estudiar todos los jóvenes vienen a pasarla aquí.- me dijo Crista que estaba secando unas copas de helado.
-No lo dudo, este lugar es muy bonito, pero debo irme ya, mamá ha de estar esperándome.
Me paré del banco y me despedí con la mano cuando cruzaba la puerta para salir. Sofía abrió la boca al ver mi suéter. Desaparecí de su vista antes de que dijera algo. Ahora estoy frente a mi nueva casa, y ¿Qué puedo decir?, papá realmente se lució. Es una casa de dos pisos con ático. Tiene un amplio patio delantero con el césped podado y un árbol pequeño. Al lado hay un camino pavimentado que lleva al garaje con portón de madera beige, el camino se dobla a la derecha llevando a una pared de ladrillos con la puerta principal justo a la mitad. Frente a esta hay un adorno circular de rocas con flores dentro y a sus laterales, y por encima de la puerta hay un pequeño balcón dónde mamá ha instalado sus objetos de pintura con un cuadro a medio terminar, este se sostiene por columnas blancas a cada lado que crean un lindo techo para la entrada. A cada lado de la puerta hay un par de ventanas, lo mismo en el segundo piso para la puerta blanca con vidrio que da paso al balcón, por sobre encima de todo el tejado azul agrisado, que queda un poco más bajo encima del garaje.
Ya frente la puerta toco el timbre dos veces, mamá y papá abren corriendo y gritan “sorpresa” con mucha emoción en su voz. Lo primero que se ve al ingresar es una puerta doble con estilo antiguo del lado izquierdo que da a la oficina de papá y del lado derecho una puerta sencilla que lleva al baño de invitados, en frente una pequeña sala, atrás hay en medio las gradas de caoba oscura que unen al segundo piso con este, detrás de la escalera se logra ver la cocina del lado izquierdo y el comedor en el derecho que se dividen por un desayunador de cerámica blanca con bancos altos de madera y más al fondo el jardín con piscina. Ya en la sala, veo que a la mitad de la mesa, que separa a los sillones de estilo antiguo a cada lado de la pared, hay un pastel enorme de aspecto delicioso.
-¿Qué celebramos?- Pregunto después de un rato cuando las posibles razones se acaban en mi cabeza, me siento enfrente contemplando la tarta de más cerca, era de chocolate con crema y cerezas encima, seguramente mamá lo ha hecho.
-Pues tu nuevo Stui, ¿No te lo dijo la Señora Chris?- Preguntó mamá con la cabeza de lado, siempre hace eso cuando esta dudosa. Ella es castaña igual que yo, es blanca de piel igual que yo, y es de ojos marrones igual que yo. Aunque su cara es ovalada igual que Sybel. Pero ese no es el asunto, el asunto es ¿Qué rayos digo ahora? ¿Qué un pajarito gracioso bajo el poco valor que tenía a cero y falte a clases?
-Aaah, si… la charla que tuve sobre mi nuevo Stui, je-je. Desvié la mirada de un lado a otro nerviosa.
-Déjanos verlo.- Dijo papá muy infantil mente, el era rubio ondulado igual que Sybel, blanco enfermo igual que Sybel, y de ojos azules igual que Sybel. Su rostro era de la misma forma que la de mi cara. El teléfono de la casa empezó a sonar sobre una mesita al lado izquierdo del sillón junto con un florero antiguo de Japón. Mis papás voltearon a ver lentamente hacia él como si fuera una escena de miedo y luego juntaron sus miradas entre ellos. Corrieron a contestar y papá respondía cosas como: “Ajá” “Si” “Claro” “Entiendo.” Cuando colgó mamá lo miraba expectante con los las cejas alzadas.
-Era la Señora Chris.- Hay no puede ser, esto pinta para mal.- Dice que no logro encontrar a Samara en ninguna parte y no logro hablar con ella.- Ambos voltearon a verme fulminándome con los ojos. Instintivamente cubrí mi cara con las manos sudadas.
-Samara Tif, ¿Por qué has dicho que sabías sobre la charla cuando ni siquiera estuviste presente en ella?- Dijo la voz de mamá enojada, destape un ojo y pude verla con los brazos en jarra y el ceño fruncido, y a papá cruzado de brazos totalmente serio.
-¡Un pastel! ¿De que me eh perdido?- Gritó Sybel al entrar corriendo por la puerta que seguía abierta. Papá dio un brinquillo, mamá agitaba sus manos extendidas.
-¡Nada cariño! Si quieres, puedes subir a tu cuarto, ¿Te parece?- Sybel solo asintió sorprendido y subió las gradas.
-Ahora sí, Tif, responde, ¿Qué sucedió?- Dijo mi papi hermoso con mirada asesina, justo cuando creí que el desnutrido me había salvado de una buena. Suspire antes de contestar.
-Bien, ¿Ven esta mancha de aquí? Pues es popo de pájaro, me dio vergüenza llegar así el primer día de clases, así que falte. Pero no se alteren, la dueña de una heladería me cuido durante todo el tiempo, su nombre es Crista.
-Así que ¿En vez de estar estudiando te la pasaste de lo más feliz comiendo helado? ¿Por qué un pájaro mancho tu ropa? Sabes, te voy a ahorrar ese problema, ¿Qué tal si vuelve a pasar? ¡Últimamente los pájaros hacen muchas desgracias!Voy a llamar en este instante al colegio para que el bus pase por ti mañana, no habrá más faltas.-Dijo mamá la mayor parte con sarcasmo, menos lo del bus.
-Pero mamá… El instituto ni siquiera esta tan lejos.- Extrañaré mirar a la gente pasar por la calle mientras el viento sopla en mi rostro. Realmente lo extrañaré, y ella lo sabía.
-Sin peros, ese será tu castigo.- Dijo papá cerrando por fin la puerta principal. -¿Tan importante era esa charla de esas cosas llamadas Stuis? -Por supuesto, ahora sube. Llamaré cuando este lista la cena.-Finalizo mamá llevando el pastel a la cocina.
-¿Pero que querían que hiciera? No tuve otra opción.
-Podías haber llamado a cualquiera de los dos cielo, sabes que hubiéramos ayudado de inmediato.- respondió papá subiendo al segundo piso. Tiene razón, si hubiera llamado ellos me hubieran podido sacar de ese problema, como siempre. Ya qué más da… Pata metida, atorada de por vida.